miércoles, 22 de septiembre de 2010

Próxima estación: Esperanza

Seguramente esta nota no tenga frases pensadas de antemano ni metáforas medianamente imaginativas. Posiblemente no tenga una mirada irónica y cínica como me gusta tenerla en todos los ámbitos de la vida. Tal vez, esto se deba a que no es producto de una acción, sino de una reacción. Una reacción de indignación contra mí, contra vos y contra él.

Sabemos todos que la Primavera no es otra cosa que una estación más del año, que no tiene un significado en sí mismo. Pero también es cierto que tiene ese aroma a esperanza, una esperanza no sé de qué realmente, pero suele ser una etapa de alegría, celebración y miradas optimistas de esta vida cada vez más devaluada. Es evidente que el clima atractivo, la compañía del sol, las coloridas flores, y esas cuestiones naturales lamentablemente también desvalorizadas, ayudan a dibujar sonrisas en nuestros rostros, y a tener, por lo menos la fe ciega de creer que las cosas van a mejorar.

Por estos motivos, justifico y defiendo la celebración de esta fecha, como el día de la esperanza. Un día perfecto. Pero ¿Cómo celebrar la esperanza? No sé por qué, esta cabeza loca, me plantea celebrarla en paz, con amigos, tirados en alguna plaza, escuchando buena música. Simplemente eso, esas simples cosas que, a mi manera de ver, alegran un corazón. Será porque lo siento como una de las circunstancias más cercanas a la libertad. Será también, que esa libertad la encuentro demasiado emparentada con la felicidad. Será que soy tan idiota de buscar la felicidad en esos lugares tan simples.

Parece ser que esta ¿utopía? de tranquilidad y armonía ya no es posible en estos días. ¿Tan hippie será mi pensamiento que murió en los 70' y ya es demasiado antiguo? Claro, esta pregunta surge luego de ver cómo, la pretendida paz que buscábamos unos cuantos en aquella plaza, se veía pisoteada por las corridas de simios, todos iguales ellos (lo que posiblemente signifique que pertenecían a la misma especie), quienes iban de acá para allá buscando algo contrario a mi anhelo de vida, por cierto cada vez más lejano.
La actitud de los primates era sumamente llamativa. Se perseguían unos a otros con el único objetivo de lastimarse mutuamente. Una especie rara esta che. Me atrevería a decir que son la única que, teniendo las mismas características, se matan entre sí y no por instinto ni necesidad, sino por ¡Diversión! Increíble, una inigualable raza de animales salvajes dominando la plaza y yo era testigo presencial. Envidiable lo mío.

Finalizada esta extraña circunstancia, me enteré de algo que me impactó demasiado. Resulta ser, que los simios no eran tales, sino que eran seres humanos ¡como yo! Pero entonces, si somos todos iguales ¿ Por qué mis lógicas son tan distintas a las suyas? La respuesta me la tiro un Indio por la cabeza: "Falopas duras en tipos blandos, ahuecan corazones". Y tal vez las falopas duras no me importen tanto. Sí los tipos blandos, esos que se dejaron pasar por arriba por el sistema y permitieron esta involución humana. Habría que replantearse también, qué nos pasó como sociedad para permitir tantos corazones huecos, tanta falta de sensibilidad por el otro.

Convertimos al amor en una mala palabra y a la guerra en un estilo de vida. La puta madre, ¡Qué lindo sería vivir al amor como una guerra! Pero no, decidimos darle guerra al amor. Poco a poco te estamos asesinando querido amor. Ya poco queda de vos, pero tranquilo, acá hay un ejército de ilusos dispuestos a pelear hasta la muerte por defenderte. 

No quisiera caer en la simpleza del juez que todo lo critica desde su cómodo sillón. Mucho menos pretendo ser el típico burgués que denigra a las clases bajas, en ningún momento se realiza un juicio de clase, y de hecho, aquellos que generan mayor impotencia son los que teniendo tantas oportunidades de atravesar el apasionante camino del conocimiento, elijen la humillante cueva de la ignorancia.

Claro que, tal vez por esta mirada esperanzadora que trae la Primavera, en estos días se evidenciaron sucesos que mostraron que la juventud no está perdida completamente. Gracias a ¿Dios?(no), todavía hay pibes que defienden sus derechos, sus ideales y siguen rompiéndole las bolas a esos a los que los silencios les caen mucho mejor que las voces. Y eso, necesariamente hay que bancarlo. No únicamente a los jóvenes en sí, sino a sus pensamientos. Hay que defender las ideas loco. Después de todo, la ignorancia tarde o temprano se extinguirá, pero las ideas van a perdurar por el resto de la historia. 

Indescriptible es la impotencia que causa ver cómo usamos nuestras fuerzas para matarnos entre nosotros, en lugar de usarlas para buscar el bien común. ¿Qué sería de nosotros si además de unidos estuviéramos organizados? No nos pararía nadie. Todavía estamos a tiempo, tenemos el futuro en nuestras manos. La paz, la felicidad y el amor pueden no ser un sueño lejano. Claro que seguramente falten algunas primaveras más para entenderlo.