
La brecha entre la independencia y la dependencia suele ser minúscula, a tal punto de hacer sentir independiente a aquel que no lo es, pero insistentemente se jacta de serlo.
Es que al buscar la libertad en el sistema que circunda a toda sociedad, se evidencia que la independencia es puramente relativa, por el sólo hecho de tratarnos de "sujetos" y no de "individuos". Sujetos al propio sistema, a la globalización imperante, al estilo de vida clásico impuesto por aquellos a quienes la sola mención de la palabra "cambio" parece aterrorizarles. Sujetos, siempre sujetos.
Desde la propia acción de los medios de comunicación que en plena democracia deberían representar a flor de piel la libertad de expresión, pueden distinguirse las actitudes manipuladoras que se ejercen para imponer en la sociedad, no sólo los temas a discutir, sino la postura a tomar frente a dichos temas. Claro que olvidan que todavía hay personas fieles a su razonamiento propio y que no actúan como agentes funcionales de los grandes grupos de poder.
Por estas razones, resulta imposible hallar la libertad en el mundo exterior, en ese mundo donde nunca faltan los personajes nefastos, por no decir los hijos de re mil puta ( frase que escribo con demasiado placer para referirme a ellos), cuya acción en la vida se basa en enjaular ideas que quieren volar, simplemente eso, volar.
Es que hay que comprender que la libertad, al ser propia del ser humano, sólo podrá encontrarse en su interior. Y ahí sí, seguramente se seguirá siendo sujeto, pero sujeto a uno mismo, esclavo de las propias palabras, dueño de los propios silencios, defensor de las propias ideas y generador de los propios pensamientos.
Ojalá fuera tan fácil hacer lo que se escribe.
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